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viernes, 18 de junio de 2010

Los Lakers ganaron campeonato de NBA


fuente ESPN..


BUENOS AIRES -- El final fue para los Lakers, pero el partido se jugó con las reglas de los Celtics.

Entonces, había que ser duro, defender antes que atacar, compartir el balón, absorber el flujo de la intensidad para hacer la diferencia. Y los Lakers lo hicieron. Tardaron un poco en quitarse el polvillo del saco, pero finalmente lo hicieron. Lo lograron más allá de una noche complicada de Kobe Bryant en el plano anotador, con Pau Gasol pasando de villano a héroe, y con Ron Artest en un altar de importancia pocas veces visto en esta postemporada.

No existe equipo que gane un campeonato sin defender. Digamos que el martes, los Lakers aprendieron una lección: para vencer a Boston, hay que ir a quitarle el pan de la boca a su propio terreno. Porque los Celtics fueron dignísimos rivales en esta eliminatoria, capaces por momentos de imponerse a la ausencia de Kendrick Perkins para luchar mano a mano por el título.

Hace años, una persona de mi confianza me dijo una frase sencilla acerca del básquetbol: está hecho para los jugadores altos. A veces, muchos fanáticos pretenden desprenderse de esta afirmación porque quizás las torres se escapan del juego espectacular que se quiere ver en la NBA, pero todos sabemos que para que Kobe sea Kobe necesita de un Gasol o un Bynum en el presente, y necesitó de un Shaq en el pasado.

Esto no es quitarle mérito, en absoluto. Bryant es, a mi criterio, el jugador más determinante de la NBA en cuartos de cierre, pese a que su noche el jueves dijo lo contrario. Pero Kobe, cuando vio que no estaba afilado, jugó el básquetbol del bien común: tomó rebotes, defendió, colaboró con sus compañeros. Se equivocó en una posesión en el cuarto de cierre cuando lanzó un triple, Gasol tomó el rebote y volvió a atacar el aro sin mirar el reloj. Pero entendió rápido su error y volvió de nuevo a enfocarse. Por eso hoy es un verdadero líder de equipo que se impone a sus preferencias personales en función del equipo.

Volvamos a los Lakers en conjunto. Hubo una única tendencia en esta serie de Finales y fue que quien ganó los rebotes se quedó con el partido. Podemos decir ahora que ganar los rebotes no sólo da partidos sino también campeonatos. Estaba claro que los Celtics iban a sentir la ausencia de Perkins y tarde o temprano aquí iba a estar la diferencia. El coraje de Boston hizo que se demore tres cuartos el cambio en el marcador, pero los Lakers lograron repetir por vencer 53-40 en los tableros, con 23 rebotes ofensivos.

Fue una combinación de tres factores: un ataque equivocado de Los Angeles, una gran defensa de Boston y excelente actitud de los internos angelinos para cargar en la pintura, para buscar puntos de segunda oportunidad. Incluso, fue la marca de rebotes ofensivos más alta de Finales desde que los Bulls lograron 24 ante los SuperSonics en 1996.

Gasol tomó nueve rebotes ofensivos en el séptimo partido y 35 en toda la serie ante Boston. Nos informa el departamento de estadísticas de ESPN que fue la tercera mejor marca de rebotes en una serie de Finales desde que la NBA registra los rebotes ofensivos (1973-74): Moses Malone tuvo 46 en seis partidos en 1981 y Dennis Rodman tuvo 41 en 1996. Virtud de la predisposición de Gasol y de la sequía de centímetros de los Celtics.

Los Lakers se convirtieron en el primer equipo en ganar un campeonato de NBA tras ir perdiendo hasta el último cuarto del séptimo juego de unas Finales. Los Celtics lideraban 57-53 entrando al cuarto de cierre y el equipo de Jackson llegó a estar 13 puntos detrás en el tercer período.

Ahora bien, dijimos que la actitud de Los Angeles cambió para devolver la energía al Staples Center rumbo al bicampeonato, pero no podemos dejar de pensar en algo estrictamente basquetbolístico: los internos de Celtics se cansaron -no es fácil detener a Gasol sin un centro definido- y por ende se cargaron de faltas. Sin la posibilidad de hacer un juego físico en la llave para controlar a sus rivales, el asunto, por lógica, iba a liquidarse de esta manera.

Pero los Celtics hicieron sudar a su rival, limitándolo a sólo 32.53 por ciento en tiros de campo gracias a una defensa por momentos perfecta. Esta fue la segunda marca más baja de promedio de anotación en séptimos partidos de Finales en la historia de la NBA, para equipos que ganaron el campeonato; en 1955, informa el departamento de estadísticas de ESPN, los Syracuse Nationals tuvieron 26-80 en tiros de campo, con 32.5%.

Pero los Lakers también supieron controlar a su rival, sobre todo limitándolo en ataques en transición (Boston hizo sólo seis puntos desde esta vía) y apretando las tuercas en los momentos cruciales del partido.

Me pregunto, con el título en manos de Lakers, si Kobe fue un justo ganador del premio al Jugador Más Valioso. En el partido más importante de la temporada tuvo 25% en tiros de campo y fue el porcentaje de anotación más bajo, para un jugador con esa cantidad de tiros, desde que Jerry West lanzó 6-27 ante Boston en el Juego 4 de las Finales de 1965, y el más bajo de la historia para un jugador que tomó esa cantidad de tiros en un séptimo juego.

Creo que Bryant se lo llevó por lo que hizo en los juegos anteriores, pero me gustaría compartir con ustedes unos números que me hicieron llegar: en los cuatro partidos que ganaron los Lakers en estas Finales, Gasol -19 puntos y 18 rebotes en el 7° partido, su tercer doble-doble- anotó, de promedio, 18 puntos por juego, con 45.5%, 13.8 tiros por partido, 13.8 rebotes y cinco asistencias. Kobe anotó 27 puntos, con 37.2%, 23.5 tiros por partido, ocho rebotes y 3.8 asistencias por juego.

Nadie puede decir que lo de Kobe fue un error grosero, pero sí se puede decir que, al menos, es discutible. Lo que no podemos dejar de aportar es que con este título, Bryant ya puede comer postre en la mesa de los grandes de Lakers de todos los tiempos. Junto a Derek Fisher, igualó con cinco títulos bajo el brazo a genios de la talla de Magic Johnson, Kareem Abdul-Jabbar, George Mikan, Michael Cooper y Jim Pollard. Y no faltará el que se detenga a compararlo con lupa con Michael Jordan, ¿quién fue mejor? Deberé de decir lo de siempre: me parece inútil la comparación, son distintos equipos, distintos tiempos, y distintos jugadores.

Quien lea las estadísticas de este partido pensará que el juego fue aburrido y plagado de errores. Creo que fue todo lo contrario: divertido hasta el final, con una tensión en el ambiente increíble, y con muchos aciertos defensivos. De hecho, fue una definición de campeonato enérgica sin el balón y un ejemplo para los más jóvenes: gana el que defiende con intensidad, juega al límite, comparte el balón en ofensiva, vincula todas las piezas, gana la batalla rebotera y lucha cada balón como el último. Eso siempre es más importante que cerrar con 45 puntos un partido, aunque las cámaras muchas veces indiquen lo contrario.

"Escuchen, dénle crédito a los Lakers", dijo el coach Doc Rivers. "Estuvieron increíbles".

Con once títulos en su poder, Phil Jackson es el coach con más campeonatos en la historia -supera por dos al legendario Red Auerbach- y el más ganador entre los entrenadores de los cuatro deportes más importantes de Estados Unidos. Con este título, los Lakers repitieron el campeonato de la temporada anterior y quedaron a sólo uno de los 17 de los Celtics, en la competencia por ser la franquicia más ganadora de la historia de la NBA.

Desde aquí, sólo tenemos palabras para felicitar a los Lakers por un nuevo título de Liga. Finalmente, los alumnos del Maestro Zen lograron quitarse la espina de las Finales de 2008, aunque todos sabemos que esto es sólo un paso en el camino: la historia entre Lakers y Celtics no está terminada, y jamás terminará.

"Este título es por lejos el más dulce, porque fue contra ellos", dijo Bryant luego de que su equipo venciese a Boston por primera vez en un séptimo juego. "Fue el más duro por lejos. Lo quería tanto, y a veces cuando lo quieres demasiado, se te escapa. Mis compañeros saltaron por mí".


Esto es lo que hace que esta rivalidad sea una de las más bellas de la historia del deporte: el respeto, la competitividad y la historia entre sí.

El festejo en Los Angeles retumba más fuerte que nunca.

Es justo, lógico y muy merecido.